Desde hace algo más de
un mes se habla, y mucho, de Democracia Real Ya, un heterogéneo
movimiento ciudadano con gentes de todas las edades y de muchas tendencias, que
se ha aglutinado en torno a una serie de reclamaciones que ponen en entredicho
el sistema político y económico vigente.
Mayor profundización de
la democracia, tocada por la falta de transparencia y las limitaciones
estructurales del modelo actual; reclamaciones que se dirigen directamente
contra una clase política condescendiente de sus propias mezquindades y atrincherada en sus privilegios, una clase
política que entre la mediocridad, la incapacidad de buscar el interés común
más allá de las necesidades de la élite económica o de la táctica partidista, y sus impunes y contínuas corruptelas, ha
conseguido agotar la paciencia de una mayoría social que ya los identifica como
una parte de los problemas y no de las soluciones. Y también reclamaciones que
no piden, exigen, sin medias tintas y de forma inequívoca y contundente, que la
salida de la crisis no pase por arrasar con lo que queda del estado del
bienestar, ya maltrecho entre recortes y reformas laborales, y que los
culpables de la misma (con los banqueros al frente), paguen el daño causado y
no que, como hasta ahora, se sirvan de las ayudas recibidas para chantajear y
saquear al estado.
Este movimiento, que
tiene sus orígenes en iniciativas surgidas de internet que desembocaron en las movilizaciones
del 15 de mayo, encontró su continuación en las acampadas que se extendieron
como la pólvora por todos los rincones de la geografía española, sin banderas y
sin más arma que la resistencia, pacífica pero inquebrantable, para ejercer sus
protestas. Éstas no hicieron más que crecer cuando se intentó reprimir el
movimiento, despertando
una respuesta fraternal de solidaridad con los agredidos que dio firmeza al
colectivo de los indignados, que fueron refinando los puntos de partida del
movimiento, de forma asamblearia en cada municipio, para dar definición y contenido
a las propuestas iniciales.
Poco tiempo tardó el
movimiento del 15M en tener eco internacional, recibiendo apoyos desde multitud
de rincones del mundo. En varias ciudades europeas y del resto del mundo,
españoles residentes en el extranjero y personas que se solidarizaron con la
causa contribuyeron a extender el movimiento.
Ahora, las protestas
están evolucionando en su articulación, viéndose el desmantelamiento de las
acampadas permanentes, sin que esto signifique ni mucho menos que los
indignados se marchen a sus casas. Aún queda mucho por lograr como para
detenerse, y sigue habiendo motivos, vaya que sí.
Ayer, el congreso de los
diputados rechazó,
por enésima vez, la dación en pago de la vivienda, medida que beneficia
exclusivamente al sector bancario, y sus señorías rechazaron
publicar la lista de grandes evasores envueltos en el escándalo de fraude
fiscal en Suiza. Durante la mañana de hoy el Parlament decidía sobre la ley
omnibús, artificio jurídico destinado a destrozar varias decenas de leyes de
una tacada, se pretendía votar hoy mismo, para evitar incómodos debates
públicos sobre la conveniencia y ecuanimidad de las medidas, y de paso aligerar
el peso de las arcas públicas reduciendo el gasto en sanidad y educación, algo
que se trata como un capricho prescindible desde el govern catalán. Bueno, o
depende con quién, siempre están dispuestos a hacer alguna
excepción. Estos recortes han provocado que hoy miles de ciudadanos tengan
a bien rodear el Parlament, dándose la paradoja de que el pueblo envuelve al
centro donde se reúnen aquellos que dicen representarles, a modo de
confrontación ideológica, más allá de lo dialéctico. Finalmente y dada la
presión existente, se ha decidido dejar la votación para otro día.
Estos hechos, que ocurren el día que se
cumplen 34 años de las primeras elecciones generales, unas elecciones a las que
Izquierda Republicana tuvo prohibido
concurrir por su condición de partido que cuestionaba la monarquía, algo que el
régimen postfranquista no podía tolerar, contextualizan las protestas en este
de sucedáneo de democracia en el que vivimos.
Y el próximo domingo 19 estamos
todos convocados a manifestarnos.
Dado que cualquiera
diría que a nuestros ilustres apoltronados no se les han ocurrido cuestiones
como reformar la ley electoral para mejorar la representatividad, ni hacer una
ley de transparencia que lleva años durmiendo el sueño de los justos en algún
cajón, como tampoco meter en cintura a bancos y especuladores, así como siguen
evitando recuperar el impuesto de patrimonio, o se niegan a pasar las
principales medidas y cuestiones de calado de los últimos años por un
referéndum, previsto que viene recogido en la constitución vigente, para ver
qué opinamos todos de las leyes que ellos dictan; por todo ello, a juicio de un
servidor, sobran motivos para acudir a la cita del próximo domingo.
Los militantes y
simpatizantes del Partit Republicà d’Esquerra
(PRE) no hemos podido evitar sentir complicidad con las reclamaciones
expresadas por el colectivo de indignados. Los paralelismos entre las
reivindicaciones que se realizan desde Democracia Real Ya y las que nosotros
incorporamos a nuestros programas y códigos éticos; la toma de decisiones a
través de procesos asamblearios donde todas las opiniones cuentan, la
convicción compartida de la insostenibilidad del sistema actual así como la
necesidad de un cambio urgente en el funcionamiento de la sociedad, y los
métodos pacíficos de denuncia y resistencia que se emplean para ello nos han reafirmado
a muchos de nosotros en cuanto a la necesidad de implicarnos y colaborar con el
movimiento en la medida que nos fuera posible, en nuestra condición de
ciudadanos.
Aportamos cada uno
nuestro granito de arena, para conseguir una meta cuyo alcance está más allá de
una cuestión partidista, sino que es del orden de conseguir el bien común para
el progreso de la sociedad.
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