sábado, 21 de junio de 2014

¡Viva Felipe VI, vivan las cadenas!



Hace 39 años que se realizó la (hasta hoy), última proclamación de un rey y jefe de los ejércitos que ha tenido a bien ser el jefe de estado de España de todos los españoles con la legitimidad otorgada por Francisco Franco, a su vez anterior jefe de estado y de los ejércitos que tuvo a bien ser el jefe de estado con la legitimidad de una cruzada y la gracia de Dios a su favor contra una democracia republicana.

Si bien las formas se dicen completamente diferentes y la apariencia formal es esta, se ha pasado de la anterior proclamación en la democracia orgánica franquista, denunciada internacionalmente en su momento por ser un órgano antidemocrático y no representativo de las opiniones de la población, a una proclamación en la cual, durante la tramitación de la ley de abdicación el 62% de los españoles deseaba votar sobre la forma de estado (república o monarquía), mientras que los representantes de estos mismos españoles (sí, de los mismos) votaron en un 85% a favor de la sucesión sin exigir un referéndum sobre la cuestión ni realizar reivindicación alguna, un nivel de unanimidad con el que no contaron ni siquiera todas las votaciones del franquismo, que sitúan a las cortes españolas al nivel de las que han escogido a representantes tan legitimados por la democracia como Bashar al-Assad, el egipcio Sisi o el exdictador tunecino Ben Ali.

Eso sí, no se han descuidado de que, a la hora de empezar este reinado con buen pie y demostrar tolerancia de la libertad de expresión y la pluralidad de opiniones, se han prohibido en Madrid cuatro manifestaciones el día de la proclamación y con persistentes rumores de si se impediría o no la exhibición de banderas republicanas en el recorrido de la comitiva. Todo esto después de que la editorial RBA censurase la revista El Jueves y mandara destruir 60000 ejemplares por una portada sobre la monarquía. Queriendo evitar que nadie pueda tener otro minuto de gloria a costa de mancillar la imagen del bienquerido rey y la imagen sea de absoluta unanimidad y fervor monárquico en las calles, queriendo tapar así las opiniones contrarias.

Se dice que la monarquía viene legitimada por la constitución, redactada en la ausencia premeditada de toda opción netamente republicana, no pudiendo así ser considerada en ningún caso la constitución “de todos”, como machaconamente se insiste desde los medios. Es por ello que somos muchos hoy los que no nos sentimos identificados con este régimen ni tenemos nada que celebrar hoy. Más bien al contrario, estamos viendo como se nos impone de nuevo un jefe de estado que no tiene legitimidad, pasando por encima de nuestras opiniones.

Hace 200 años, a la vuelta a España del rey Fernando VII (con un reinado que muestra todos los logros que puede realizar la monarquía y más) varios diputados le recibieron con el denominado manifiesto de los persas en el que proclamaban la necesidad de un rey que restaurase el absolutismo. Dos siglos después y entre la ovación de unas cortes que no representan la opinión de la ciudadanía, otros diputados aclaman un nuevo monarca que no se puede definir como democrático, otra vez vuelven a pasar por encima de la voluntad popular. Al grito de ¡Vivan las cadenas! Proclamaron su rey. Hoy, las cadenas siguen ahí.


Luis Iglesias

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